lunes, 12 de diciembre de 2011

Max Lucado

Descripción :
Lo que Dios Hizo para Ganar tu Corazón
Basado en historias e ilustraciones de Él escogió los clavos, de Max Lucado, este fascinante libro evangelístico de 64 páginas lleva al lector a través del plan de salvación y ofrece una invitación a aceptar a Cristo. Es la forma perfecta de presentar el evangelio a amigos y conocidos.



LO HIZO POR TÍ


CONTENIDO


La Parábola
El Anhelo De Dios Para Ti


La Promesa
El Don De Dios Para Ti


El Privilegio
La Invitación De Dios Para Ti


Epílogo
Lo Hizo Por Ti


Reconocimientos


Querido amigo:

  Cuando piensas en la cruz, ¿qué pensamientos vienen a tu mente?
¿Campanarios? ¿Collares de oro? ¿Iglesias?

  ¿O tus pensamientos son más intensos y vienen a tu mente palabras como
estas: Jesús. Clavos. Sangre. Dolor. Muerte. Tumba. ¿Tumba? ¡Sí, vacía! Gozo.
Promesa. Vida. ¡Salvador!

  Ah, las palabras de la cruz, están tan llenas de sufrimiento. Tan llenas de
pasión. Tan llenas de promesas. Las promesas de Dios, sus promesas para ti.
¡Sus promesas de hacer lo que sea necesario para salvar tu alma!

  A propósito, allí es donde están sus pensamientos. Él está pensando en ti. Y
mientras reflexionas en la cruz, Él quiere que sepas lo que hizo por ti. ¡ Lo hizo
por ti !


Bendiciones,

Max Lucado




La Parábola

EL ANHELO DE DIOS PARA TI

«Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
más tenga vida eterna. Porque no envió Dios
a su Hijo al mundo para condenar al mundo,
sino para que el mundo sea salvo por él». ( Juan 3.16 , 17 )

La Parábola
EL ANHELO DE DIOS PARA TI

Madeline, de cinco años de edad, saltó a las rodillas de su padre.
—¿Comiste lo suficiente? —le preguntó él.
Ella sonrió y se golpeó suavemente la barriga.
—No puedo comer más.
—¿Te dieron pastel de la abuelita?
—¡Un gran pedazo!
Joe miró a su madre que estaba al otro lado de la mesa.
—Parece que estamos todos satisfechos. No podremos hacer nada más esta noche
que no sea irnos a la cama.
Madeline puso sus pequeñas manitas a los lados de la cara de su padre.
—Pero papi, hoy es Nochebuena. Dijiste que podríamos bailar.
Joe fingió no acordarse.
—¿Dije eso? Porque no recuerdo haber dicho nada sobre bailar.
La abuelita sonrió y pasó su mano por la cabeza de la niña mientras empezaba a
recoger las cosas de la mesa.
—Pero papi —rogó Madeline—, nosotros siempre bailamos en Nochebuena. Solo tú y
yo, ¿recuerdas?
Una sonrisa se dibujó bajo el grueso bigote del padre.
—Por supuesto que lo recuerdo, querida. ¿Cómo podría olvidarlo?
Y diciendo eso, se puso en pie, tomo su manita en la suya y, por un momento, solo por
un momento, su esposa estaba viva de nuevo y los dos entraban en el cuartito para pasar
juntos otra Nochebuena como otras tantas que habían pasado, bailando hasta la
madrugada.


Habrían podido bailar el resto de sus vidas, pero vino el sorpresivo embarazo y las
complicaciones. Madeline sobrevivió pero su madre no. Y Joe, el rudo carnicero de
Minnesota, se quedó solo para criar a Madeline.
—Ven papi —le dijo, tirándole de la mano—. Bailemos antes de que lleguen.
Ella tenía razón. Pronto sonaría el timbre de la puerta y los familiares llenarían la
casa y la noche sería ya algo del pasado.
Pero por ahora, solo estaban papi y Madeline.


EL MARAVILLOSO AMOR DE DIOS

El amor de un padre por su hijo es una fuerza poderosa. Piensa en la pareja con su
bebé recién nacido. El niño no le ofrece a sus padres absolutamente nada. Ni dinero, ni
habilidades, ni palabras de sabiduría. Si tuviera bolsillos, estarían vacíos. Ver a un
bebé acostado en su camita es ver a un indefenso. ¿Qué tiene para que se le ame?

 Lo que sea que tenga, mamá y papá lo saben identificar. Si no, observa el rostro de
la madre mientras atiende a su bebé. O la mirada del papá mientras lo acuna. O trata
de causar daño o hablar mal del niño. Si lo haces, te vas a encontrar con una fuerza
poderosa, porque el amor de los padres es una fuerza poderosa.
En una ocasión Jesús dijo que si nosotros los humanos somos capaces de amar así,
cuánto más no nos amará Dios, el Padre sin pecado y generoso. 1 Pero, ¿qué ocurre
cuando el amor no es correspondido? ¿Qué le ocurre al corazón del Padre cuando el
hijo se va?

La rebeldía atacó el mundo de Joe como una ventisca a Minnesota.

1 «Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más
vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?» ( Mateo 7.11 ).

Cuando ya tenía edad suficiente como para conducir un automóvil, Madeline decidió
que era suficiente mayor como para dirigir su propia vida. Y esa vida no incluía a su
padre.


«Debí habérmelo imaginado», diría Joe más tarde, «pero por mi vida que no lo hice».
No había sabido qué hacer. No sabía cómo vérselas con narices con aretes ni con blusas
apretadas. No entendía de trasnochadas ni de malas notas. Y, lo que es peor, no sabía
cuándo hablar y cuándo guardar silencio.


Ella, por otro lado, lo sabía todo. Cuándo hablar a su padre: Nunca. Cuándo quedarse
callada: Siempre. Sin embargo, las cosas eran al revés con su amigo de la calle, aquel
muchacho flacucho y tatuado. No era un muchacho bueno, y Joe lo sabía.


No iba a permitir que su hija pasara la Nochebuena con ese muchacho.


«Pasarás la noche con nosotros, señorita. Comerá el pastel de la abuelita en la cena
en su casa. Celebraremos juntos la Nochebuena».


Aunque estaban sentados a la misma mesa, perecían que estaban en puntos distintos
de la ciudad. Madeline jugaba con la comida sin decir palabra. La abuela trataba de
hablar a Joe, pero este no estaba de humor para charlar. Una parte de él estaba furiosa;
la otra parte estaba desconsolada. Y el resto de él habría dado cualquier cosa para saber
cómo hablar a esta niña que una vez se había sentado en sus rodillas.


Llegaron los familiares trayendo con ellos un bienvenido final al desagradable
silencio. Con la sala llena de ruidos y gente, Joe se mantuvo en un extremo y Madeline en
el otro.


«Pon música, Joe», le recordó uno de sus hermanos. Así lo hizo. Pensando que sería
una buena idea, se dirigió hacia donde estaba su hija: «¿Bailarías con tu papi esta
noche?»


Por la forma en que ella resopló y se volvió, podría haberse pensado que le había
dicho algo insultante. Ante la vista de toda la familia, se dirigió hacia a la puerta de la
calle, la abrió, y se fue, dejando a su padre solo.


Muy solo.

LOS ENEMIGOS DE DIOS

Según la Biblia, nosotros hemos hecho lo mismo. Hemos despreciado el amor de
nuestro Padre. «Cada cual se apartó por su camino» ( Isaías 53.6 ).

Pablo va un poco más allá con nuestra rebelión. Hemos hecho más que
simplemente irnos, dice. Nos hemos vuelto contra nuestro Padre. Estábamos viviendo
contra Dios ( Romanos 5.6 ).

En el versículo 10 es aun más terminante: «Éramos enemigos de Dios». Duras
palabras, ¿no crees? Un enemigo es un adversario. Uno que ofende, no por ignorancia,
sino con intención. ¿Nos describe esto a nosotros? ¿Hemos sido alguna vez enemigos
de Dios? ¿Nos hemos vuelto alguna vez contra nuestro Padre?

 ¿Hemos…
 hecho alguna vez algo sabiendo que a Dios no le agradaba?
 causado daño a alguno de sus hijos o a parte de la creación?
 respaldado o aplaudido el trabajo de su adversario, el diablo?
 llegado a mostrarnos en público como enemigos de nuestro Padre celestial?
 Si es así, ¿no hemos asumido el papel de enemigo?
 Según la Biblia, « por naturaleza somos hijos de la ira » ( Efesios 2.3 ). No es que no
podamos hacer lo bueno. Lo hacemos. Lo que pasa es que no podemos dejar de hacer
lo malo.

« No hay justo, ni aun uno … Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios »
( Romanos 3.10 , 23 ).

Es posible que alguno no esté de acuerdo con palabras tan fuertes. Quizás tal
persona podría mirar a su alrededor y decir: «Comparado con fulano, yo soy una
persona decente». Un cerdo podría decir lo mismo, podría mirar a sus iguales y
declarar: «Estoy tan limpio como cualquiera de estos». Comparado con un ser
humano, sin embargo, ese cerdo necesita ayuda. Comparados con Dios, nosotros los
humanos necesitamos lo mismo. La medida para la santidad no se encuentra entre los
cerdos de la tierra, sino en el trono del cielo. Dios mismo es la medida.

Nuestro Dios es un Dios perfecto, sin mancha de pecado, libre de equivocaciones.
Donde nosotros no vemos sino aguas turbias, Él no ve sino pureza. Nosotros moramos
en tinieblas, Él mora en luz. Dios no ha pecado jamás.

Y nosotros jamás dejamos de pecar. Dios ha vivido en una eternidad sin pecado.
¡Yo me emocionaría si viviera una hora sin pecado! Pero no he tenido ni una. ¿Tú la
has tenido? ¿Has tenido alguna vez sesenta minutos en los cuales hayas cometido solo
un pecado? Yo no. Pero solo para hacer un contraste, digamos que tú sí. Digamos que
has vivido una vida en la que has cometido solo un pecado por hora. Calculemos: Un
promedio de vida de setenta y dos años significaría seiscientos treinta mil setecientos
veinte pecados. Mientras estás leyendo este libro, rondarías por los seiscientos mil
pecados ya.

Ahora, piensa el momento en que estás delante de Dios. Recuerda que Él es un
Dios perfecto, y que el cielo es un lugar perfecto. Si estás delante de Dios, ¿qué serías
tú? Serías perfecto también, excepto por las seiscientas mil fallas que hay en tu récord.
Entre tú y Dios habría un inmenso abismo de imperfección y pecado.

Vemos que tenemos un problema: Somos pecadores, y Dios dice: « La paga del
pecado es muerte » ( Romanos 6.23 ).

¿Qué podemos hacer? ¿Cómo reacciona Dios cuando nos transformamos en sus
enemigos?

  Madeline volvió esa noche pero no por mucho tiempo. Joe nunca le falló como para
que ella se fuera. Después de todo, ¿qué significa ser hija de un carnicero? En sus últimos
días juntos él hizo todo lo que pudo. Le cocinó su comida favorita. Ella no tenía apetito.
La invitó al cine. Ella se encerró en su cuarto. Le compró un vestido nuevo. Ella nunca le
dio las gracias. Hasta que llegó aquel día primaveral en que él salió temprano de su
trabajo para estar en casa cuando ella llegara de la escuela.


Desde ese día, ella nunca más volvió a casa.


Un amigo la vio junto con su novio en las cercanías de la estación de autobuses. Las
autoridades confirmaron la compra de dos pasajes para Chicago; adónde fueron desde
de allí, nadie lo sabe.

EL REGRESO A CASA

El camino más famoso en el mundo, es la Vía Dolorosa, «la ruta de la tristeza». Según
la tradición, es la ruta que Jesús tomó desde el palacio de Pilato al Calvario. La ruta
está marcada por estaciones usadas frecuentemente por los cristianos para sus
devociones. Una de estas estaciones marca el paso del veredicto de Pilato.

Otra, la aparición de Simón para ayudar a llevar la cruz. Dos estaciones recuerdan
las caídas de Jesús y otra sus palabras. Entre todas, hay catorce estaciones, cada una
recordando los sucesos de la caminata final de Cristo.

¿Es la ruta verdadera? Probablemente no. Cuando en el año 70 d.C. y más tarde en
el 135 Jerusalén fue destruida, las calles de la ciudad lo fueron también. Como
resultado, nadie sabe exactamente cuál fue la ruta que Jesús siguió aquel viernes.

Pero nosotros sabemos dónde comienza este camino.

Comienza no en el tribunal de Pilato, sino en los salones del cielo. El Padre inició su
jornada cuando dejó su hogar para venir en busca nuestra. Inició la búsqueda armado
con nada más que pasión para ganar tu corazón.

Este es el corazón del mensaje cristiano. Dios se hizo hombre. Nació en un establo
ordinario, de padres ordinarios, pero el suyo era un propósito extraordinario. Vino
para llevarnos al cielo. Su muerte fue un sacrificio por nuestros pecados. Jesús fue
nuestro sustituto. Él pagó por nuestras equivocaciones para que nosotros no
tuviéramos que pagarlas. El deseo de Jesús fue único: traer a sus hijos de vuelta a casa.
La Biblia tiene una palabra para esta búsqueda: reconciliación .

  « Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo al mundo con él » ( 2 Corintios 5.19 ).
La palabra griega que se traduce reconciliación quiere decir «hacer algo de una
manera diferente» 2 El sendero de la cruz nos dice exactamente cuán lejos iría Dios
para volver a juntarlo todo.

La reconciliación vuelve a unir lo que está separado, invierte la rebelión, vuelve a
encender la pasión que se ha enfriado. La reconciliación toca el hombro del
descarriado y lo pone en camino hacia el hogar.

El muchacho enjuto de los tatuajes tenía un primo. Este trabajaba en el turno de
noche en una tienda al sur de Houston. Por unos pocos dólares al mes permitía a los
fugitivos permanecer en su apartamento por las noches, pero durante el día tenían que
salir de allí.


No había problemas. Ellos tenían grandes planes. Él sería un mecánico y Madeline
buscaría trabajo en una tienda por departamentos. Por supuesto, él no sabía nada de
automóviles, y ella mucho menos sobre cómo conseguir un trabajo, pero uno no piensa
en esas cosas cuando está intoxicado de libertad.


Después de un par de semanas, el primo cambió de opinión. Y el día que les dio a
conocer su decisión, el joven enjuto con tatuajes dio a conocer la suya. De este modo,
Madeline se encontró frente a la noche sin un lugar donde dormir ni una mano que la
sostuviera.


Fue la primera de una serie de muchas noches así.


Una mujer en el parque le habló de un lugar para desamparados cerca del puente.
Por unos cuantos dólares ella podría obtener un plato de sopa y un catre. Unos cuantos
dólares era todo lo que tenía. Usó su mochila como almohada y su chaqueta como
frazada. El cuarto era tan bullicioso que no se podía dormir. Madeline volteó la cabeza
hacia la pared y por primera vez en muchos días, pensó en el barbudo rostro de su padre
y como él le daba un beso cada noche. Pero cuando las lágrimas quisieron brotar de sus
ojos, se resistió a llorar. Metió el recuerdo bien hondo en su memoria y decidió no volver
a pensar en su casa.


Había llegado tan lejos que ya era imposible volver.


A la mañana siguiente, la joven que ocupaba el catre al lado del suyo le mostró un
puñado de propinas que había ganado bailando sobre las mesas. «Esta es la última
noche que dormiré aquí», le dijo. «Ahora puedo pagar mi propio lugar. Me dijeron que
están necesitando más bailarinas. Deberías venir conmigo». Buscó en el bolsillo de su
chaqueta y sacó una caja de fósforos. «Aquí está la dirección», le dijo, entregándole un
papelito.


2 Frank Stagg, New Testament Theology , Broadman Press, Nashville, TN, 1962, p. 102.
Con solo pensarlo, el estómago de Madeline empezó a darle vueltas. Todo lo que pudo
hacer fue mascullar: «Lo pensaré».


El resto de la semana lo pasó en las calles buscando trabajo. Al final de la semana,
cuando tenía que pagar la cuenta en el refugio, buscó en sus bolsillos y sacó el papelito.
Era todo lo que le quedaba.


«No voy a pasar esta noche aquí», se dijo, y se dirigió a la puerta.


El hambre tiene su manera de suavizar las convicciones.

ORGULLO Y VERGÜENZA

Orgullo y vergüenza. Nunca hubieras pensado que el orgullo y la vergüenza son
hermanos. Parecen tan diferentes. El orgullo le infló el pecho. La vergüenza le hizo
agachar la cabeza. El orgullo alardea. La vergüenza hace ocultarse. El orgullo procura
ser visto. La vergüenza trata de ser evitada.

  Pero no te dejes engañar, las emociones tienen el mismo parentesco y causan el
mismo impacto: Te mantienen alejado de tu Padre.

  El orgullo dice: «Eres demasiado bueno para Él».

  La vergüenza dice: «Eres demasiado malo para Él».

  El orgullo te aleja.

  La vergüenza te mantiene alejado.

  Si el orgullo es lo que hay antes de una caída, la vergüenza es lo que te impide
levantarte después.

Si algo sabía Madeline, era bailar. Su padre le había enseñado. Ahora, hombres de la
edad de su padre la observaban. Ella no se daba cuenta de ese detalle, sencillamente no
pensaba en eso. Simplemente hacía su trabajo y se ganaba sus dólares.


Quizás nunca habría pensado en eso, excepto por las cartas que el primo le llevaba.
No una, ni dos, sino una caja llena. Todas dirigidas a ella. Todas de su padre.


«Tu antiguo novio debe haberte delatado. Llegan de estas dos o tres por semana», se
quejaba el primo. «Dale tu nueva dirección». Ah, pero ella no podía hacer eso. La
encontraría.


No se atrevía a abrir las cartas. Sabía lo que decían: que volviera a casa. Pero si
supiera lo que estaba haciendo no le escribiría.


Le pareció menos doloroso no leerlas. De manera que no lo hizo. No esa semana ni la
siguiente cuando el primo le trajo más, ni la siguiente cuando llegó de nuevo. Las guardó
en el guardarropa del club donde bailaba, organizadas de acuerdo a la fecha del
matasellos. Pasaba sus dedos por sobre cada una pero no se atrevía a abrirlas.
La mayor parte del tiempo Madeline podía controlar sus emociones. Los
pensamientos del hogar y los pensamientos de su vergüenza se fundían en el mismo sitio
de su corazón. Pero había ocasiones en que los pensamientos eran demasiado fuertes
para resistirlos.


Como aquella vez cuando vio un vestido en la vitrina de una tienda. Un vestido del
mismo color que el que le había comprado su padre. Un vestido que había sido
demasiado sencillo para ella. De mala gana se lo había puesto y se había parado frente
al espejo. «Caramba, estás tan alta como yo», le había dicho su padre. Ella se había
puesto rígida cuando él la tocó.


Al ver su cansado rostro reflejado en la vitrina de la tienda, Madeline comprendió
que hubiera dado mil trajes solamente para sentir sus brazos otra vez. Salió de la tienda
y decidió no pasar nunca más por allí.

DECISIONES

Todos tomamos decisiones. Algunas sabias, otras no. Dios nos pide tomar decisiones
eternas, y estas decisiones tienen consecuencias eternas.

Has hecho algunas malas decisiones en tu vida, ¿no es verdad? Te has equivocado
al escoger a tus amigos, quizás tu profesión, incluso tu cónyuge. Ahora miras hacia
atrás y dices: «Si pudiera… si pudiera librarme de esas malas decisiones». ¡Puedes!
Una buena decisión para la eternidad compensa miles de malas decisiones malas
hechas en la tierra.

Tú tienes que tomar la decisión.

Desde que Jesús vino a la tierra, esta decisión ha estado disponible para nosotros.
Y sin embargo nos admiramos de cómo algunos pueden decidirse por la vida eterna y
algunos rechazarla. Nos admiramos de cómo dos hombres pueden ver al mismo Jesús,
y uno de ellos burlarse de Él y el otro orar a Él. No sé cómo pudo ser eso, pero así lo
hicieron.

Eso fue lo que sucedió en la cruz. Había otras dos cruces en la cima de la colina ese
día, el día que Jesús murió. Dos criminales sufrían juntamente con Él la misma muerte.
Y esas dos cruces nos recuerdan uno de los más grandes dones de Dios: El don de la
decisión. Uno se decidió por Jesús, el otro simplemente se burló de Él. Las Escrituras
revelan parte de la historia:

«Uno de los criminales que colgaba de la cruz lanzaba insultos a Jesús, diciéndole:
Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Pero el otro criminal le reprendió y
le dijo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la
verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos;
más éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso» (
Lucas 23.39–43 ).

Cuando uno de los criminales que moría oró, Jesús le amó lo suficiente para
salvarlo. Y cuando el otro se burló, Jesús le amó lo suficiente como para permitirle
hacer eso.

Les permitió hacer su decisión.

Él hace lo mismo contigo.

Llegó la época en que las hojas se caen y el aire se pone frío.


El correo siguió llegando y el primo quejándose a medida que crecía la cantidad de
cartas. Ella seguía decidida a no mandarle su dirección. Incluso seguía sin leer las cartas.


Entonces, pocos días antes de la Nochebuena, llegó otra carta. El mismo sobre. El
mismo color. Pero esta no tenía el matasellos. Ni le fue entregada por el primo. Estaba
sobre la mesa del cuarto de vestirse.


«Hace un par de días un hombre muy fornido vino y me pidió que te diera esto»,
explicó una de las otras bailarinas. «Dijo que entenderías el mensaje».
«¿Estuvo aquí?», preguntó ansiosa.


La mujer se encogió de hombros: «Supongo que tuvo que ser él».


Madeline tragó y miró el sobre. Lo abrió y extrajo una tarjeta. «Sé dónde estás», leyó.
«Sé lo que haces. Esto no cambia lo que siento. Todo lo que he dicho en cada una de las
demás cartas sigue siendo verdad».


«Pero yo que no sé lo que me has dicho», dijo Madeline. Extrajo una carta de la parte
superior del montón y la leyó. Luego hizo lo mismo con una segunda, y una tercera. Cada
carta tenía la misma frase. Cada frase hacía la misma pregunta.


En unos cuantos minutos el piso estaba lleno de papel y su rostro bañado en
lágrimas.


Antes de una hora se encontraba a bordo de un autobús. «Ojalá que llegue a tiempo».
Lo logró apenas.


Los familiares estaban empezando a retirarse. Joe estaba ayudando a la abuela en la
cocina cuando su hermano lo llamó: «Joe, alguien está aquí y quiere verte».


Joe salió de la cocina y se detuvo. En una mano, la muchacha sostenía una mochila. Y
en la otra, sostenía una tarjeta. Joe vio la pregunta en sus ojos.


«La respuesta es “sí”», le dijo a su padre. «¡Si la invitación todavía se mantiene, la
respuesta es “¡sí!”».


Joe tragó emocionado. «¡Ah, claro que sí! ¡La invitación todavía se mantiene!»
¡Y así, los dos volvieron a bailar esa Nochebuena!


Sobre el piso, cerca de la puerta, permanecía tirada una carta abierta dirigida a
Madeline y el ruego de su padre:


«¿Quisieras venir a casa y bailar con tu papi otra vez?»

La promesa

EL DON DE DIOS PARA TI

La promesa

EL DON DE DIOS PARA TI
La cruz. ¿Puedes dirigir la mirada a cualquiera parte sin ver una? Colocada en lo alto
de una capilla. Esculpida en una lápida en el cementerio. Tallada en un anillo o
suspendida en una cadena, la cruz es el símbolo universal del Cristianismo. Extraña
decisión, ¿no crees? Extraño que un instrumento de tortura llegara a representar un
movimiento de esperanza. Los símbolos de otras religiones son más optimistas: la
estrella de seis puntas de David, la luna en cuarto creciente del Islam, la flor de loto del
Budismo. ¿Pero una cruz para el Cristianismo? ¿Un instrumento de ejecución?

  ¿Te pondrías una pequeña silla eléctrica en el cuello? ¿Suspenderías una horca de
oro plateado en la pared? ¿Imprimirías una foto de un pelotón de fusilamiento en una
tarjeta de negocios? Sin embargo, eso es lo que hacemos con la cruz. Muchos incluso
hacen la señal de la cruz cuando oran. ¿Por qué no hacen la señal de la guillotina? En
lugar de la señal triangular que la gente se hace en la frente y en el pecho, ¿por qué no
un golpe de karate en la palma de la mano? ¿No sería lo mismo?
¿Por qué la cruz es el símbolo de nuestra fe? Para hallar la respuesta no hay que ir
más allá de la cruz misma. Su diseño no podría ser más sencillo. Un madero horizontal
y el otro vertical. Uno extendiéndose hacia afuera. El otro hacia arriba. Uno representa
la anchura de su amor, el otro refleja la altura de su santidad. La cruz es la intercesión
de ambos. La cruz es el lugar donde Dios perdonó a sus hijos, sin bajar sus normas de
santidad.
¿Cómo pudo hacer esto? En una frase: Dios puso nuestros pecados sobre su Hijo y
lo castigó allí.
«Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en él» ( 2 Corintios 5.21 ).
O como dice otra versión: «Cristo no cometió pecado alguno, pero, por causa
nuestra, Dios lo trató como al pecado mismo, para así, por medio de Cristo, librarnos
de culpa» ( 2 Corintios 5.21 , VP).
Visualiza el momento. Dios en su trono. Tú en la tierra. Y entre tú y Dios,
suspendido entre tú y el cielo, está Cristo sobre su cruz. Tus pecados han sido puestos
sobre Jesús. Dios, que castiga el pecado, descarga su justa ira sobre tus faltas. Jesús
recibe el golpe. Como Cristo está entre tú y Dios, tú no lo recibes. El pecado es
castigado, pero tú estás a salvo, salvo a la sombra de la cruz.
Esto es lo que hizo Dios, pero, ¿por qué? ¿Por qué lo hizo? ¿Por un deber moral?
¿Por una obligación celestial? ¿Por un requerimiento paternal? No. Dios no fue
obligado a hacer nada.
Además, considera lo que hizo. Dio a su Hijo, su único Hijo. ¿Harías tú eso?
¿Ofrecerías la vida de tu hijo por la de alguna otra persona? Yo no. Hay algunos por
quienes daría mi vida, pero pídeme que haga una lista de aquellos por quienes yo
mataría a mi hija, y la hoja quedaría en blanco. No necesito un lápiz. La lista no tendría
ningún nombre.
Pero la lista de Dios contiene los nombres de todas las personas que han vivido en
todos los tiempos. Porque este es el alcance de su amor. Y esta es la razón para la cruz.
Él ama al mundo.
«Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito» ( Juan
3.16 ).
Tan fuerte como el madero vertical proclama la santidad de Dios, el madero
horizontal declara su amor. Y, ah, ¡qué anchura infinita tiene su amor!
¿No te alegra de que el versículo no diga:
«Porque de tal manera amó Dios a los ricos…»
o, «Porque de tal manera amó Dios a los famosos…»
o, «Porque de tal manera amó Dios a los delgados…»?
No lo dice. Tampoco dice:
«Porque de tal manera amó a los europeos o africanos…»
«…a los sobrios o a los triunfadores…»
«…a los jóvenes o a los viejos…»
No lo dice tampoco.
Cuando leemos Juan 3.16 , simple (y felizmente) leemos: «Porque de tal manera
amó Dios al mundo».
¿Cuán ancho es el amor de Dios? Lo suficientemente ancho para alcanzar a todo el
mundo. ¿Estás incluido en el mundo? Entonces estás incluido en el amor de Dios.
Es hermoso estar incluido en algo. Pero no siempre lo estamos. Las universidades
te excluyen si no eres lo suficientemente inteligente. El mundo de los negocios te
excluye si no estás lo suficientemente calificado y, lamentablemente, algunas iglesias
te excluyen si no eres lo suficientemente bueno.
Pero aunque todos ellos te excluyan, Cristo te incluye. Cuando le pidieron que
describiera la anchura de su amor, extendió todo lo que pudo una mano a la derecha, y
otra a la izquierda, y pidió que sus verdugos las clavaran en esa posición sobre la cruz,
para que tú supieras que Él murió amándote.
El Privilegio
LA INVITACIÓN DE DIOS PARA TI

El Privilegio
LA INVITACIÓN DE DIOS PARA TI
Recuerdo que cuando tenía siete años fui a visitar a mis abuelos por una semana. Mis
padres me compraron un boleto, me dieron algo de dinero para gastar, me pusieron
en un autobús de la Greyhound, y me dijeron que no hablara con nadie ni me bajara del
autobús hasta que viera el rostro de mi abuela por la ventana. Me dijeron muy
claramente que mi destino era Ralls, Texas.
Dios ha hecho lo mismo contigo. Te ha puesto en un viaje. Y tiene un destino para
tu vida. (Te alegrará saber que no es Ralls, Texas, precisamente.)
«Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de
nuestro Señor Jesucristo» ( 1 Tesalonicenses 5.9 ).
Según la Biblia, el destino de Dios para tu vida es la salvación. Tu destino
propuesto es el cielo. Dios ha hecho exactamente lo que hicieron mis padres. Ha
comprado nuestro boleto. Nos ha equipado para el viaje. Dios te ama tanto que quiere
que estés con Él para siempre.
Sin embargo, la decisión tienes que tomarla tú. Aunque Él está a la puerta con el
boleto pagado y dinero para el viaje, muchos deciden ir en una dirección diferente a la
que Dios tiene. Ese es nuestro problema.
NUESTRO PROBLEMA: EL PECADO
(ESTAMOS EN EL AUTOBÚS EQUIVOCADO)
Cuando mis padres me dieron el boleto y me dijeron cuál autobús abordar, yo les creí
e hice lo que me dijeron. Confié en ellos. Yo sabía que me amaban y que sabían más
que yo… así que me subí.
Ser cristiano es subir a bordo con Cristo. Jesús está a la puerta del autobús y dice:
«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí» ( Juan 14.6
). Desafortunadamente, no todos aceptan esta invitación. Yo mismo no lo hice la
primera vez que me invitó. Pasé algún tiempo en el autobús equivocado.
Hay muchos autobuses, cada uno de los cuales promete llevarte a la felicidad.
Están los autobuses del placer, de las posesiones, del poder, de la pasión. Yo vi un
autobús que se llamaba fiesta y me subí. Estaba lleno de gente riéndose y en jarana.
Era como un festejo interminable. Me tomó tiempo darme cuenta que tanto escándalo
era para cubrir su dolor interno.
La palabra para subirse al autobús equivocado es pecado. Pecado es cuando
decimos: Iré por mi camino y no por el camino de Dios . En el centro del pecado está el
Yo . Pecado es cuando decimos: Haré lo yo quiera, no importa lo que Dios diga . Solo
Dios puede satisfacer nuestras necesidades. Pecado es el acto de buscar en los sitios
equivocados lo que solo Dios nos puede dar. ¿Soy yo el único que ha pasado tiempo en
el autobús equivocado? No. Algunos autobuses son más violentos que otros. Algunas
jornadas son más largas que otras, pero:
«Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su
camino; mas Jehová cargó en Él pecado de todos nosotros» ( Isaías 53.6 ).
«Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la
verdad no está en nosotros» ( 1 Juan 1.8 ).
«Somos pecadores, y cada uno de nosotros está hundiéndose en el mismo bote» (
Romanos 3.20 , El Mensaje).
Subirnos al autobús equivocado es un error muy serio. El pecado rompe nuestra
relación con Dios. Se suponía que viajaríamos con él. Pero cuando vamos en el autobús
equivocado en dirección contraria, nos sentimos lejos de Dios. Por eso es que la vida
puede ser tan dura. No estamos cumpliendo nuestro destino.
El pecado no solo rompe nuestra relación con Dios; sino que daña nuestra relación
con los demás. ¿Te imaginas yendo en un largo viaje al lugar equivocado en un
autobús lleno de gente? Con el tiempo todo el mundo se pone maniático. A nadie le
gusta el viaje. La jornada se hace insoportable.
Tratamos de aguantar los problemas con terapia, o recreación, o medicinas. Pero
nada ayuda. La Biblia dice.
«Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte» (
Proverbios 16.25 ).
El resultado final del pecado es la muerte… muerte espiritual. «La paga del
pecado», dice Pablo, «es muerte» ( Romanos 6.23 ).
Pasarte la vida en el autobús equivocado, yendo al lugar equivocado te llevará al
sitio equivocado. Terminarás en el infierno. No porque Dios te quiera en el infierno. Su
plan para ti es el cielo. Su destino es el cielo. Él hará lo que sea para que llegues ahí,
excepto por una cosa. Hay algo que Él no hará. No te forzará. La decisión es tuya. Ya Él
ha hecho lo demás. Déjame explicarte.
LA SOLUCIÓN: LA GRACIA (IR EN EL AUTOBÚS CORRECTO)
Si el problema es pecado y todos hemos pecado, ¿qué puedo hacer? Bien, puedes ir a la
iglesia, pero eso no te hace cristiano. Así como ir a un rodeo no lo hace a uno vaquero,
ir a la iglesia no te hace un cristiano. Puedes trabajar duro para complacer a Dios.
Puedes hacer muchas obras buenas, regalar muchas cosas… el único problema con eso
es que no sabes cuántas cosas buenas debes hacer. O puedes compararte con otros.
«Puedo ser malo, pero por lo menos soy mejor que Hitler». El problema con las
comparaciones es que los demás no son la norma. ¡Dios sí lo es!
Entonces, ¿qué vas hacer? Si no eres salvo por ir a la iglesia o por hacer buenas
obras o por compararte con los demás, ¿cómo te puedes salvar? La respuesta es
simple: súbete al autobús correcto.
«Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» ( Juan 3.16 ).
Fíjate en lo que hizo Dios: «Dio a su único Hijo». Así es como Dios trató con tu
pecado. Imagínate: Fuiste hallado culpable por un crimen. Estás en el tribunal en
frente del juez y él te sentencia a muerte. Su sentencia es justa. Eres culpable y el
castigo por tu pecado es la muerte. Pero supón que el juez es tu padre. Él conoce la ley,
sabe que tu crimen demanda la muerte. Pero también sabe amar; sabe que te ama
tanto que no va a permitir que mueras. Entonces en un acto maravilloso de amor
desciende del estrado, se quita su toga y se para a tu lado y dice: «Yo voy a morir en tu
lugar».
Eso fue lo que Dios hizo por ti. La paga del pecado es muerte. La justicia divina
reclama la muerte por tu pecado. Sin embargo, el amor del cielo no puede verte morir.
Así que esto fue lo que Dios hizo. Se despojó de su toga divina y vino a la tierra para
decirnos que moriría por nosotros. Que sería nuestro Salvador. Y eso fue lo que hizo.
«Dios puso a cuentas al mundo a través del Mesías, dándole un nuevo comienzo,
ofreciéndole perdón de pecados … Dios puso sobre Él todo el castigo sin merecerlo
para que pudiéramos estar a cuentas con Dios» ( 2 Corintios 5.21 El Mensaje) .
LA RESPUESTA: CONFIAR (SUBIRSE AL AUTOBÚS CORRECTO)
¿Qué quiere Dios que hagas? Él quiere que te subas en su autobús. ¿Cómo puedes
hacerlo? Dando tres pasos sencillos: admitir, reconocer y aceptar.
1. Admite que Dios no ha ocupado el primer lugar en tu vida y pídele que te
perdone por tus pecados.
«Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros
pecados, y limpiarnos de toda maldad» ( 1 Juan 1.9 ).
2. Reconoce que Jesús murió para pagar por tus pecados y que se levantó de los
muertos y está vivo.
«Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que
Dios le levantó de los muertos, serás salvo» ( Romanos 10.9 ).
«Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a
los hombres, en que podamos ser salvos» ( Hechos 4.12 ).
3. Acepta el regalo de la salvación que Dios te hace. No trates de ganártelo.
«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es
don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» ( Efesios 2.8 , 9 ).
«Mas a todos lo que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de
ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de
carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios» ( Juan 1.12 , 13 ).
«He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo» ( Apocalipsis 3.20 ).
Con todo mi corazón, te ruego que aceptes el destino de Dios para tu vida. Te ruego
que subas a bordo con Cristo. De acuerdo con la Biblia: «Jesús es el único que puede
salvar a la humanidad. Su nombre es el único que ha sido dado para salvar. Debemos
ser salvos por medio de Él» ( Hechos 4.12 ).
¿Permitirás que te salve? Esta es la decisión más importante que habrás tomado
jamás. ¿Por qué no darle tu corazón ahora? Admite tu necesidad. Reconoce su obra.
Acepta su regalo. Ve a Dios en oración y dile: Soy un pecador y necesito de tu gracia.
Creo que Jesús murió por mí en la cruz. Acepto tu oferta de salvación . Es una oración
sencilla con resultados eternos.





TU RESPUESTA
Creo que Jesucristo es el Hijo del Dios viviente. Quiero que Él sea el Señor de mi vida.
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Firma
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Fecha
Una vez que hayas puesto tu fe en Cristo, te ruego que des tres pasos. Encontrarás
que son fáciles de recordar. Piensa en estas tres palabras: Bautismo, Biblia y
pertenecer.
El bautismo demuestra y celebra nuestra decisión de seguir a Jesús. Nuestra
inmersión en el agua simboliza nuestra inmersión en la gracia de Dios. Así como el
agua limpia nuestro cuerpo, así la gracia limpia nuestra alma. Jesús dijo. «El que
creyere y fuere bautizado será salvo» ( Marcos 16.16 ). Cuando el apóstol Pablo se
convirtió, le preguntaron. «Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y
lava tus pecados, invocando su nombre» ( Hechos 22.16 ). Pablo respondió
bautizándose inmediatamente. Tú también lo puede hacer.
La lectura de la Biblia nos pone cara a cara con Dios. Dios se nos revela a través de
su Palabra por medio del Espíritu Santo. «La palabra de Cristo more en abundancia en
vosotros» ( Colosenses 3.16 ).
Pertenecer a una iglesia fortalece tu fe. Un cristiano sin iglesia es como un
beisbolista sin equipo o un soldado sin ejército. No eres lo suficientemente fuerte para
sobrevivir. «No dejando de congregarnos como algunos tienen por costumbre, sino
exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca» ( Hebreos 10.25 ).
Estos tres pasos: bautismo, lectura de la Biblia y pertenecer a una iglesia, son
esenciales para tu fe.
Es mi oración que aceptes este gran regalo de la salvación. Créeme, esta no es solo
la decisión más importante que has tomado, sino que es la decisión más grande que
jamás habrás hecho. No hay tesoro más grande que el regalo de Dios para la salvación.

Epílogo
LO HIZO POR TI

Epílogo
LO HIZO POR TI
¿Quieres saber qué es lo más sorprendente sobre el regreso de Cristo? No es que
Aquel que jugaba canicas con las estrellas renunciara para jugar con canicas comunes.
No es que Él, en un instante, pasara de no necesitar nada a necesitar aire, comida,
un poco de agua caliente y sales para sus cansados pies y, más que todo eso, necesitara
a alguien —cualquiera— que estuviera más preocupado sobre dónde iría a pasar la
eternidad que dónde gastaría su cheque del viernes.
No es que mantuviera su serenidad mientras la docena de sus mejores amigos,
sintieran el calor y se apresuraran a salir de la cocina. Ni que diera órdenes a los
ángeles que le rogaban: «Solo danos la orden, Señor, y todos estos demonios se
transformarán en huevos revueltos».
No es que se haya negado a defenderse cuando fue culpado por todos los pecados
de cada libertino desde los días de Adán. Ni que haya guardado silencio mientras un
millón de veredictos de culpabilidad resonaban en el tribunal del cielo y el dador de la
luz quedaba en medio de la fría noche de los pecadores.
Ni siquiera que después aquellos tres días en un hoyo oscuro se levantara a la
salida del sol el domingo de Pascua, sonriente y orgulloso, y preguntarle al humillado
Lucifer: «¿Fue este tu mejor golpe?»
Eso era sorprendente, increíblemente sorprendente.
Pero, ¿quieres saber lo más sorprendente de Aquel que cambió la corona del cielo
por una corona de espinas?
Que lo hizo por ti. Solo por ti.
RECONOCIMIENTOS
Al cristiano ruso que un domingo hace varios años dejó una cruz
sobre mi escritorio. En su nota contaba cómo su recién hallada fe
en Jesús lo llevó a arrancar los clavos de una vieja y abandonada
iglesia rusa. Convirtió los clavos en una cruz. Alrededor de la
cruz formó una corona de espinas con alambre de púas. Esta
impresionante pieza cuelga en una pared de mi oficina... y
aparece en la cubierta de este librito. Mi agradecimiento a esa
persona cuyo nombre no conozco, pero cuyo corazón sí.
Max Lucado
ACERCA DEL AUTOR
Max Lucado es un predicador y escritor que vive en San Antonio,
Texas. Él y su esposa tienen tres hijas. Está convencido que las
promesas de Jesús son verdaderas y que el sol de la Pascua
nunca se apagará. Habla de su Salvador cada semana en la iglesia
Oak Hills Church of Christ, y escribe sobre Él en su más reciente
libro: Él Escogió los Clavos , del cual se ha tomado mucho del
texto de este pequeño libro.
PERMISOS
Referencias
Todas las selecciones impresas tienen permiso del Editor. Todos los derechos están
reservados.
«La parábola» ha sido tomada de Él Escogió los Clavos, Editorial
Caribe, Nashville, TN — Miami, FL, 2001, pp. 18–19 , 53–56 ,
59–67 .
«La promesa» ha sido tomada de Él Escogió los Clavos, Editorial
Caribe, Nashville, TN — Miami, FL, 2001, pp. 110–113 .
«El privilegio» ha sido tomado de El regalo para todo el mundo ,
Editorial Caribe, Nashville, TN — Miami, FL, 2000, pp. 117–125.
«Epílogo» ha sido tomado de Él Escogió los Clavos, Editorial
Caribe, Nasville, TN — Miami, FL, 2001, pp. 26–27 .

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